jueves, 30 de enero de 2014

"El joven Törless," del director aleman Schlöndorff y la violencia humana

El director alemán Schlöndorff tomó un riesgo grande al adaptar "El joven Törless" de Robert Musil para el cine en 1966. Apenas doce años habían pasado luego de la caída régimen nazi, la memoria de la violencia atroz de la guerra aun perturba el mundo entero. Poner en la pantalla el tema de la violencia humana obligaba al director como así también al público a meditar sobre las razones que empujan seres humanos a cometer actos crueles y terroríficos. La elección del tono blanco y negro fue un acierto, pues el espectador se tiene que concentrar más en el tema sin distracciones innecesarias.

En la historia dos adolescentes se deleitan en la tortura y en la humillación abyecta de un tercer alumno, de origen judío, ante los ojos del joven Törless, exculpado de participar pero de alguna manera involucrado en el caso, ya que era testigo de los tormentos.

¿Cabe preguntar cuántos alemanes sabían lo que los nazi estaban haciendo y cuántos callaban por miedo o por conveniencia? Igualmente en Argentina y en tantos otros países presos de cúpulas represivas: ¿cuántas personas callaban conscientemente o inconscientemente lo que sabían?

En la película el joven judío comete un pequeño robo. Dice que lo hice por necesidad y que su intención era devolver el dinero. Para evitar que las autoridades de la institución lo castiguen según las leyes vigentes, los dos adolescentes deciden encargarse ellos mismos de los castigos. La víctima es sometida a abusos y torturas cada vez más crueles y la víctima se somete a toda clase de humillación en la vana esperanza de no tener que enfrentarse con las autoridades.

En la tradición judía-cristiana siempre se habla de “víctimas e inocentes,” siendo Cristo el paradigma de víctima inocente. Expresado en otro contexto, en las guerras están siempre los “buenos” (nosotros) y los “malos” (ellos). Una simplificación que oculta muchos matices del accionar humano.

Hannah Arendt en “Estudio sobre la banalidad del mal” afirma que algunos representantes de los consejos judíos en los territorios ocupados por el ejército alemán cooperaron activamente con los Nazis—aunque después ellos mismos fueron víctimas del genocidio. También hubo unidades de trabajo formadas por prisioneros judíos que controlaban y vigilaban los presos judíos, hasta incluso llevarlos a las cámaras de gas.

En todo sistema opresivo el poder encuentra sus cooperadores. Los métodos de tortura muy a menudo pero no siempre logran sus objetivos. Se obligan a las víctimas a cooperar con los represores, no obstante frecuentemente luego son asesinados.

Muchos de los “inocentes” torturados y muertos en un régimen represivo—en Alemania Nazi o en Argentina bajo la última dictadura—no eran “inocentes” en el sentido más estricto: habían luchado contra el poder opresor.



Decía Juan Gelman, poeta argentino, que perdió a su hijo tras el golpe de estado: “Estoy orgulloso de la militancia de mi hijo. A veces pienso que algo tuve que ver yo con ella y eso redobla mi orgullo y mi dolor. Mi hijo no era "inocente.´" 

La película se proyectó el 29 de febrero, con debate posterior, en la terraza de La Libre--Arte y Libros, en San Telmo, Buenos Aires. 

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